Goleada de la Indy 500 al GP de Mónaco. La carrera estadounidense fue cien veces mejor que la del Principado. La victoria estuvo disputada en pista hasta el final. Con unas últimas vueltas en las que presenciamos la gran defensa de Álex Palou sobre Ericsson, apoyándose en los doblados y el extra de punta que le daba en las rectas. Sufría, eso sí, en las cuatro curvas. Y tuvo dos sustitos. El aire sucio desestabiliza el coche, pero era peor para Marcus Ericsson. Pasa así desde que los Indy llevan una cúpula aeronaútica. El primero a rebufo va mejor que el cuarto. Al quinto ya le cuesta muchísimo pegarse. Y al final se llegó con un grupo de cuatro, entre doblados y candidatos al triunfo.Antes ya vimos la gran pasada por la victoria del barcelonés, tirando el coche por donde no se lo esperaba su rival, en la uno de Indianápolis. Era tangible todo. En la carrera de los yates, el Mediterráneo, el lujo, el fingimiento y las fiestas, la única duda venía de una improbable bandera roja que le hubiera dado la victoria a Verstappen. Esa fue la aportación de las dos paradas al gran premio.El petardo de MónacoEn tiempos el líder ralentizaba para asegurarse la victoria, ahora Lawson bloqueaba el pelotón para permitir dos paradas a su compañero Hadjar. ¡Qué ilusión! Cuando Norris entró victorioso en meta, los yates hicieron sonar sus bocinas a todo volumen. Una hermosa costumbre que despertó a más de uno de la siesta. O se cambia el trazado o no hay nada que hacer. Porque los coches van a seguir siendo barcos.De todas las propuestas en la mesa la que más me gusta es la realizada por Alex Wurz, el ex piloto y heredero de una empresa de construcción de circuitos. Retrasar 80 metros la chicane de la piscina llevaría cambios urbanísticos e implicaría construir sobre una pequeña área del puerto, pero crearía un sitio donde adelantar.Palou está en el mejor equipo de la Indy, Chip Ganassi, pero más allá de eso su madurez y velocidad le coloca en un plano sideral respecto a sus compañeros de equipo. El suyo es un caso de evolución clara. Desde sus comienzos fue rápido, ya me lo dijo en su momento el añorado Adrián Campos: «Llevo un chico nuevo muy bueno, se llama Álex Palou. Tiene madera para hacer grandes cosas». Pero junto a eso fallaba en lo que ahora precisamente le distingue de buena parte de la parrilla de Indycar, la gestión de neumáticos.El primer paso hacia la triple coronaEstamos ante un piloto en estado de dulce. Es el más veloz, pero también el más sólido. Cinco victorias y un segundo puesto en seis carreras. Por supuesto que tiene nivel Fórmula 1. Pero él no quiere, ni piensa siquiera en ella («es un tren que ya se pasó»). Y lo que el gran circo podría ofrecerle, un puesto en Racing Bulls, Haas o Cadillac, no compensa el hecho de dejar de ganar en Estados Unidos. Monoplazas poco competitivos con los que no podría aspirar a victorias. Lejos quedan ya los tiempos en los que Williams recibía con los brazos abiertos y un coche ganador a Montoya o Jacques Villeneuve después de ganar la Indy500.Mientras tanto, Álex seguirá poco a poco acercándose a la Triple Corona. El año pasado ya fue el más rápido de su coche en las 24 Horas de Le Mans. Esta temporada el calendario no se lo permite, pero en 2026 intentará de nuevo el asalto al mito francés de las carreras. Mónaco es la tercera pata de esas pruebas emblemáticas. Una buena motivación para cambiar el guión y dar el salto algún día a la Fórmula 1. Siempre que lo haga con garantías…
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