Mañana, Barça-Athletic Club, a las 16.15 h. y en el Camp Nou. La ilusión de la afición por volver a casa se junta a la de nueve jugadores que no han jugado nunca en el coliseo culé. Hay, también, la lógica satisfacción de una Junta que lleva tres años entrampada en las obras y en un cronograma con el que se han pillado los dedos. Lo importante de mañana es el retorno y los tres puntos. Pero este sábado no es la inauguración del nuevo Camp Nou, para el que faltan más de dos años hasta su completa finalización. El aforo de mañana será de 45.000 aficionados, con solo dos gradas, con el Gol Norte todavÃa cerrado y con la imagen fantasmagórica de la estructura exterior y de esa tercera grada que empieza a esconder sus grandes estructuras de hierro. La alegrÃa es enorme, pero con las incomodidades de los accesos bastará para recordar que no es una inauguración, por más que la propaganda intente confundir la gimnasia con la magnesia. No es dÃa para saque de honor desde el centro del campo, ni del presidente ni de nadie. Miró-Sans, el presidente del Barça el dÃa de la inauguración del Camp Nou (27 setiembre 1957) sà hizo el ‘kick-off’ inicial, pero ese era un estadio nuevo, terminado y la fiesta tenÃa todo el sentido. Se anuncian para mañana conciertos desde el césped, fuegos de artificio con el himno del Barça y jolgorio como si la obra se hubiera completado. En el mundo precipitado donde vivimos, no hay paciencia, ni calma, ni respeto a los tiempos. Las estatuas, por ejemplo, se deben dedicar a los difuntos. Y Leo Messi no solo está bien vivo, sino que sigue jugando, goleando, y en verano disputará otro Mundial de fútbol. La mala conciencia no se blanquea con efigies de bronce.
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