En un mundo en el que la tecnología de Fórmula 1 se filtra gota a gota a los coches de calle (un material avanzado aquí, un mando del volante allá), hay un Porsche 911 que hace siete años ‘se atrevió’ a tragarse la fuente entera. Su motor no es un homenaje ni una reproducción moderna del de un Fórmula 1: es el mismo propulsor que impulsó a Alain Prost en varias carreras en 1986 y 1987. Y su nombre de guerra es AP87.RM Sotheby’s.Este 911, uno de los once ejemplares ensamblados por el preparador británico Lanzante en 2018, es algo más que una rareza mecánica. Es una cápsula del tiempo hecha velocidad sin cabida en la lógica de los coches normales. Podría ser definido como Fórmula 1 vestido de gala para la carretera. Es decir, el mismo planteamiento del espectacular Mercedes-AMG One, pero con el toque vintage que le da la carrocería de un Porsche de 1988 con un motor también de aquella década.El poder de lo imposibleEl motor TTE P01, verdadero protagonista de esta historia, fue concebido en los años más gloriosos de McLaren y Porsche. Diseñado por el legendario Hans Mezger, padre también del 917 que conquistó Le Mans y del seis cilindros bóxer del 911 original, este V6 biturbo de 1.5 litros fue la joya secreta bajo la fina cobertura exterior de los McLaren MP4/2 y MP4/3. En manos de Lauda, Prost y más tarde Senna, este y otros propulsores idénticos sirvieron para ganar cinco campeonatos mundiales de pilotos y convertir a Mclaren en dominador entre los constructores.RM Sotheby’s.La potencia, en su especificación original de carrera, superaba los 750 CV en clasificación. Pero incluso en su configuración adaptada para el uso en carretera por Lanzante (con 510 CV y una velocidad máxima de 200 mph; 322 km/h), el TAG Turbo es más ligero y salvaje que cualquier motor equipado por Porsche a un modelo de calle.De la pista al asfaltoCuando Dean Lanzante decidió llevar a cabo esta locura (no se nos ocurre otra palabra mejor para definir su creación), no lo hizo con la ligereza de un entusiasta caprichoso. Lo hizo con la precisión quirúrgica de quien entiende tanto de coches como de historia.RM Sotheby’s.Cada uno de los once 911 construidos en 2018 por Lanzante bajo el programa TAG Turbo utiliza un chasis donante de Porsche 930 (así es como se llama a los 911 Turbo de la generación G), desmontado hasta el esqueleto metálico, aligerado con paneles de fibra de carbono de grado Fórmula 1 y reensamblado con obsesivo cuidado. Solo el peso del coche sin motor ya es 54 kg más ligero que el original. Y luego viene el corazón.El motor TAG, de apenas 153 kilos, es 130 kg más ligero que el propulsor de seis cilindros turbo del 930 original. Pero más allá de la dieta cuenta con una renovación intensa: nuevos pistones, bielas, válvulas, turbos, intercambiadores de calor y un sistema de escape de titanio. Una reconstrucción para la que se ha contado con la ayuda de Cosworth, respetando su esencia pero adaptándolo a la vida fuera del paddock. Lo que antes era un pura sangre inasumible en cuanto a mantenimiento se convierte en algo utilizable, aunque no nos atrevemos a decir que domesticado. Y a este motor se le acopla una caja de seis velocidades en H, para quienes aún entienden que cambiar de marcha de forma manual puede ser una ‘forma de arte’.RM Sotheby’s.El coche del que hablamos, que se va a subastar en Monterrey (California) el 16 de agosto, tiene además un pedigrí concreto. Con este motor, conocido como 051 cuando se utilizaba en Fórmula 1, Prost corrió los Grandes Premios de Alemania en 1986 y de Hungría y Japón en 1987, con un tercer puesto en Hungaroring como mejor resultado. Y tras un ‘descanso del guerrero’ que se prolongó durante décadas, fue resucitado por Lanzante y ensamblado en un 911 de 1988 para el que el comprador pidió un llamativo color verde menta, con interiores de cuero negro y tela tartán verde y azul, como si a su brutalidad darle un vistoso toque escocés.El precio de un mitoRM Sotheby’s.Que el coche no haya recorrido más que 500 km desde su conversión contribuye a que el precio estimado de venta se sitúe entre 1,5 y 1,8 millones de euros. Pero ponerle precio a algo así es una forma de traición. ¿Cuánto vale sentir el mismo rugido que oía Prost mientras adelantaba a sus rivales? ¿Cuánto vale sentir cómo una mecánica hecha para devorar trazados se adapta, suponemos que con tosca dificultad, al mundo de los semáforos y las aceras?… Todo eso es impagable.
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