Que la pretemporada de la Fórmula 1 en 2025 será definida con el adjetivo extraña, como poco, no se le escapa a nadie. Han habido todo tipo de situaciones que tenían consecuencia para la pista, los equipos y sus pilotos titulares. La bandera roja por apagón del primer día fue preocupante, y lo de la despedida de los tres días en el Golfo Pérsico es surrealista. Otra bandera roja, pero por un… ¡autobús!La imagen habla por si sola. La sesión vespertina del viernes se tuvo que parar momentáneamente porque un autobús, vacío aparentemente, accedió a la pista en una de sus escapatorias. Puede tener explicación por la serie de transportes que se engloban dentro de un dispositivo como los que se generan para la Fórmula 1. El momento era, desde luego, de lo más inoportuno. Y no tiene ninguna explicación.Fue el colmo de las banderas rojas. En el primer día se vivió la polémica con el corte de luz. Con los coches en pista -a Carlos Sainz le pilló en la Curva 9, por ejemplo-, el circuito sufrió un apagón y todo se paró. El caos llegó y provocó que los equipos viesen todos sus equipos apagados, lógicamente. Se perdió cerca de una hora. No fue la única y, de nuevo, en el último día volvió a ocurrir una situación extraña. En esta ocasión, se rompió un cristal de la cabina del director de carrera, cayó sobre la recta principal y se frenó la sesión para limpiar lo ocurrido. Horas después ocurrió la ‘invasión’ del autobús.Las banderas rojas, evidentemente, son un añadido más a la Fórmula 1 y están muy presentes en los test de pretemporada. Se suelen probar, junto a otros sistemas como el Virtual Safety Car. Pero no de la forma que se vivió en los tres días de Bahréin en 2025. Si se queda en anécdota será la mejor de las noticias.Aunque se quiera o no, los problemas quedarán como otra lectura de los test. El clima fue malo, los equipos se quejaron de varias situaciones complicadas y las situaciones surrealistas solo llenaron de dudas tres días que deberían ser de trabajo y más trabajo. El autobús y su presencia, el colmo con el que nadie contaba.
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