Autor: Vishwajit Sawant
En vísperas de la final de la Libertadores, Flamengo y la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) mantuvieron una polémica disputa. Este desacuerdo se centra en la insistencia del Flamengo en no cambiar el partido programado contra el Bragantino para los días 28 ó 29 en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, justo antes del crucial choque entre Boca Juniors y Fluminense.
La situación provocó una frustración generalizada, y la irritación se extendió desde la sede de la Conmebol en Luque hasta la del Fluminense en Laranjeiras. Para resolver la cuestión y llegar a un acuerdo, la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) presentó recientemente a la Conmebol las razones por las que el Flamengo debe ajustar sus planes. El presidente de la CBF, Ednaldo Rodrigues, viajó incluso a la sede de la Conmebol en Paraguay para tratar el asunto.
El quid de la cuestión radica en un acuerdo previo para que el Flamengo participe en los partidos de la FIFA en esta fecha contra el Bragantino, sin interferir en los preparativos para la final de la Libertadores. Sin embargo, la CBF señaló el criterio de tres partidos consecutivos fuera de casa para Bragantino y negoció una reprogramación posterior para el partido del Flamengo en el Maracanã, provocando esta crisis imprevista.
A diferencia de lo ocurrido en 2020, durante la final de la Libertadores entre Palmeiras y Santos, ahora la Conmebol ha solicitado el estadio Maracaná directamente al gobierno del estado de Río de Janeiro. Aunque el recinto está en concesión provisional a Flamengo y Fluminense desde 2019, los términos y condiciones de ese acuerdo han cambiado significativamente, y no ha habido una firma formal del contrato publicada en el Boletín Oficial del Estado.
Además, una disputa adicional se refiere a la asignación de palcos VIP. La Conmebol ha reclamado todos los palcos del tercer piso del lado oeste, mientras que el consorcio Maracaná, del que el Flamengo es el principal beneficiario por contrato, negocia actualmente los palcos del lado este y del segundo piso. Estas cabinas tienen un precio elevado, de unos 1.500 dólares por asiento, con 20 plazas cada una, y pueden llegar a costar la impresionante cifra de 150.000 dólares por cabina. A pesar de lo mucho que está en juego, las ventas aún no han comenzado y no se han dado a conocer los precios, lo que añade otra capa de complejidad a esta tumultuosa situación.